
No se puede frenar el deseo...
Nos envuelve la madrugada
y aún recibo frescos y húmedos
tus besos de humo blanco,
es como niebla ardiente, redentora,
vaho mortal y apasionado,
que me sujeta a los filos de tus labios,
mientras con destreza resbalas por mi piel.
Universo de sabanas revueltas,
recibiendo tímidos rayos de sol,
todavía tus empujes me transportan,
a la luna recién dormida,
me sumerges y me impregnas
en ese espacio largamente deseado,
donde juega con ambos la lascivia.
Tus dedos de seda me persiguen,
presión de cabriolas perfectas, medidas,
desgranando poro tras poro
mi curtida anatomía,
hasta que estalla mi boca
y de su hondura afloran
un desorden de locos gemidos.
Tras una cascada de temblores,
en mis dobles redondeces
acuno y celo tu karma divino,
con una brisa de aromas corpóreos
y sudores desatados, nos
sorprende silenciosa la mañana.
No puedo más,
¡Déjame! No… ¡No me dejes!

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