Sólo hace un par de días que él se marchó pero parece que hace tanto tiempo... En su mente de mujer resignada por momentos al destino, la intensidad y el olvido galopan juntos, como un matrimonio perfecto, se cruzan entre el puesto delantero y el trasero, pero nunca se distancian, siempre se pueden contemplar el uno al otro. Ahora, ella le escribe, pensando que le agradará encontrar su email cuando llegue al despacho, será una bienvenida, una caricia de letras. Le escribe recordando su risa, sintiendo la felicidad que le otorga al oírle reír, una risa juvenil, llena de calor y de alegría, de maliciosa delicia.
Pero esos dos días, ya no se sintió atenazada por el silencio del teléfono, ya no
sintió la impaciencia que antes por oírte, ya no esperó su llamada. Se censura, se fustiga por su indolencia, por estos cambios anímicos, que la llevan de un extremo a otro. Luego piensa, que está haciendo lo que él desea, se está amoldando a ser sólo una amiga, por eso la frialdad la alcanza; es eso, no está más que asimilando el papel que él desea que tenga, por lo tanto, ya no mira el teléfono con ansia, ya no espera ver en la pantalla su nombre, ya sólo se deja llevar.
Qué triste que tenga que des apasionarse, que poca complacencia tiene ser sólo una amistad, pero a la vez, nunca quiso ser más, no deseó ir de su brazo como su esposa, sólo salir furtivamente de su alcoba, después de llenarle de vida y de hacerle sentir la muerte, pero la muerte que regurgita esperanza, consuelo, fe en el azar y firmeza en los sentidos, eso es, fallecer solo un instante, marcharse con la mejor sensación física, cerrar los ojos y ver al momento que ella está a su lado, observando su placer.
Pero también deseó empaparse de su saber; se emociona cuando comparten un gusto musical, él también se emociona; se humedecen las mejillas cuando ambos aprecian el arte del mismo pintor, incluso, la emoción de amar el mar, la mar, de tan distinta manera, pero seguro que es un amor igual de intenso. Él navega en el mar y ella necesita sentir el sabor salado del líquido inmenso, necesita abrazar a nado cada ola que sale a su encuentro. Pero aman el mar.. La mar sino de la misma manera si con el mismo fondo, el mismo fin, por sentirse bien, por estar plenos.
No dejará de esperarle, aunque haya perdido el deseo de besarle, aunque ella ya no se imagine como un ser etéreo y furtivo abrazando su almohada o sentada en su sillón, deseando que éste mágica mente adquiera voz y le hable de él, que le exprese lo que aquel hombre siente cuando dejando caer su cansancio al llegar a casa se acomoda entre sus cálidos brazos y escucha alguna pieza de música, algo de jazz.
Ya serán otras sensaciones, ha dejado de batallar, cosa que la sorprende y se va a plegar a sus deseos, aunque ya no será ella, bueno será ella, pero será menos brillante, será menos ocurrente, será más mortal y menos divina, pero será como él quiere. Un ángel sin alas.
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