(Las siete partes se leen en sentido descendente)
Alicia esperaba tranquila, sería la segunda vez que se verían, no hacía falta que fuera a la estación de Atocha, Sara vendría directamente a su casa.
Sara llegó cubierta con un abrigo negro de corte juvenil, más alta por unas botas brillantes, cuero marrón que estilizaba sus piernas y le daba el punto sexy, para rematar unas gafas grandes con montura de carey, tras la que se escondían unos ojos de mirada luminosa, sus labios fríos por el invierno que más duro que otros años, castigaba Madrid.
Tras recibirla en la puerta, una ligera timidez se apoderó de ambas, los besos y las risas desvanecieron las dudas. Alicia estaba más pálida, Sara más blanca, bromearon con tomar una sesión de rayos UVA, tras unas buenas raciones de sexo.
Sólo hubo tiempo para un par de cafés, tomados a prisa antes de llevarse la una a la otra, con un baile de besos y caricias al dormitorio, nada podía parar las inmensas ganas de entregarse, de darse, de recrearse dando pinceladas de placer a sus cuerpos, cubiertos con llagas de soledad. Los meses de distancia había crecido el deseo de vivir de nuevo un fin de semana loco y lascivo, lleno de complicidad y confidencias, pero sólo en el momento de verse había estallado inundando todo de gemidos y suspiros. Unas lágrimas de emoción desenmascaraban el dolor que ambas guardaban tan adentro, como llorar inmersas en una entrega total al sexo, pero lo hacían, entre labios ávidos de lamer y dedos húmedos con los que soterraban mutuamente sus vaginas, sus ojos se veían impotentes para sujetar la incontenible agua salada.
Un sesenta y nueve jadeante, escenificó toda la pasión que llevaban comprimida, el rostro mojado de Alicia cubría el sexo de Sara tumbada sobre la cama, empapada de ganas, abierta de par en par con el único deseo de vivir intensamente aquellas horas de un mediodía soleado que se colaba por la ventana. Sara asía sus piernas, que franqueaban su cara, mientras su lengua se alzaba erecta y volaba repetidamente a ras del clítoris de su anfitriona, en un intento de no perder ni sólo espasmo, deseando beberse la vida que tantas veces les negaba la felicidad.
Casi al unísono alcanzaron los orgasmos… Las fuerzas impetuosas emigraron dejando sus cuerpos laxos tumbados el uno junto al otro.
_ No puedo moverme y sin embargo es como si dibujara un remolino con mi cuerpo sobre el agua_ Dijo Sara tras unos largos minutos donde sólo se oían sus respiraciones entre cortadas.
_Yo dejo de existir con cada orgasmo, jajá me muero, me mueroooo_ Le dijo Alicia muerta de risa.
_Estamos locas ¿Tú no lo crees Ali?_
_ ¿Y qué? ¡Qué más da Sara si lo estamos! Somos ahora mismo invisibles al resto del mundo, tendríamos que dejarnos de dar cobijo a idiotas y ponernos a escribir en serio, a los hombres ya no les veo ni el pene, antes al menos… les veía el sexo, quiero decir que al menos me servían para ello, es triste, tremendamente triste tener que decir eso, pero tengo un hastío total de ellos. La historia es la misma aunque él no lo sea, mismo principio, mismo medio y mismo fin. Da igual si se llama Juan o Alberto, si es más joven o menos, el cuento acaba con una huida en la oscuridad._ Dijo Alicia mientras perdía su mirada entristecida en el blanco techo.
Continuará...
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