Es evidente que Dios me concedió un destino oscuro. Ni siquiera cruel. Simplemente oscuro. Es evidente que me concedió una tregua. Al principio, me resistí a creer que eso pudiera ser la felicidad. Me resistí con todas mis fuerzas, después me di por vencido y lo creí. Pero no era la felicidad, era sólo una tregua".
Mario Benedetti.
Ya no queda un pedazo de carne
donde clavar vuestros infames cuchillos,
ya no quedan ilusiones que destruir,
ni sonrisa noble que desalojar de mi rostro.
En este dolorido cuerpo que inexorable
agoniza y me abandona por momentos,
la sangre ardiente brotó vigorosa
con cada uno de los espejismos de amor;
igual se derramó en una cascada sin freno,
con cada decepción inmerecida
que como seres inhumanos, insensibles,
sin miramientos ni respeto me causasteis.
Ya no queda un minúsculo girón
de mi ser de donde saquéis provecho,
mis ojos os contemplan sin brillo
pero no divisan más que la nada,
nada, tantos hombres llenos de nada...
a los que os di todo.
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