Hoy dejé de manejar mi cabeza como una pelota, creo que poco a poco irá dejando de dar vueltas a los pensamientos que me laceran y atormentan. No pude evitar recordar un amigo, un amor de juventud, al que nunca he olvidado pero estos días, cuanto más machacada me he sentido por la traición y la decepción, más he recordado su tragedia y aquello que creo lo originó.
Tenía un año más que él que tenía veinte, era un muchacho de piel morena, cuerpo alto y esbelto, ancha espalda debido a su trabajo, labios muy carnosos, ojos oscuros e intensos. Le llamaré Juan.
Era de ideas honradas pero algo fresco e insolente, parecía seguro incluso cuando aparentemente, sólo aparentemente iba sobrao que se dice.
Me llamaba “Prenda”, una palabra usada en tierras extremeñas, era oriundo de un humilde pueblo de Cáceres, el pequeño de ocho hermanos, que vino ya muy tardío, se llevaba diez años con el siguiente. Un par de hermanos suyos, los mayores, en vista que no quiso estudiar se lo trajeron para trabajar a Madrid y así nos conocimos.
Después de fallecido, supe que me había estado engañando, laboralmente hablando, pero ya, todo dejó de tener importancia.
Empezamos a salir, era tan vital, tan decidido y tan nervioso que me daba algo de miedo, pero era a su vez cariñoso y divertido. Me atraía irremediablemente y yo era tan romántica, soñaba con tener novio oficial, qué cosas se pensaban en aquellos años, si me pilla ahora, nada me habría apartado de mis deseos profesionales pero aún estaba la mujer chantajeada, matrimonio o trabajo, pareja o vida laboral.
El caso es que él no se tomó la relación como yo, no vi que no había más interés por su parte que vivir un rollo, sexo y poco más. En cambio yo, lo vi en plan clásico y la caída fue lo que me esperó al final del cielo azul.
Como pareja fue un hombre para olvidar, pasaba de mí descaradamente, su actitud conmigo era de un comportamiento machista al que aún le quedaba mucha vida, han pasado veinticinco años y todavía sigue vigente en muchos hombres, tristemente entre los jóvenes de hoy en día se sigue dando. En el sexo, igualmente era desechable, lo que no olvidaré es que una tarde rompió su cama, mientras yo le hacía una felación. Se agarró a los barrotes torneados y… creo que exageró, porque yo era por entonces una principiante.
Ni siquiera recuerdo el tiempo que estuvimos saliendo, cinco meses tal vez, en los que me tenía olvidada o esperando más de una hora una tarde de intensa lluvia… cuando no me recogía para dejarme con sus cuñadas y él se marchaba a tomar algo con sus hermanos, un planazo para una chica de veintiún años…
Creo que me dejó, que tampoco lo recuerdo, había tan poco que dejar, que si no fue él fui yo pero creo que sí, que me dejó él porque me sentí utilizada, tardé mucho en asumir que no hubo más que sexo… y este fue penoso para mí ya que sólo le preocupaba satisfacerse. Seguimos viéndonos por motivos laborales.
En el transcurso del poco espacio de tiempo que estuvimos saliendo, se compró un coche, tener coche por entonces era casi una proeza, un coche potente para la época, grande, cualquier joven de veinte años se habría cambiado por él. Se lo vendió su hermano mayor, le costó doscientas mil pesetas de entonces, un buen dinero. Estaba fuera de sí, orgulloso, contento, había realizado un sueño.
Volvimos a salir algún día, recuerdo especialmente cuando fuimos a los carnavales de Aranjuez por un motivo extraño. Nos hicimos fotos juntos, pero al revelarlas, resultó que había puesto un carrete de diapositivas y mi hermano, que fue a recogerlas, decidió sin más tirarlas, cuando se podían pasar a fotos. Me llevé un disgusto tremendo y sin embargo las palabras de Juan fueron…_Mejor, así no te queda ningún recuerdo mío._ Este comentario, resultaría tiempo más tarde premonitorio, nunca sabré con certeza si ya en su mente anidaba la idea de suicidarse o fue una simple coincidencia, era un chico extraño para su edad, eso era cierto.
La felicidad por tener un coche potente y propio se tornó en gran amargura poco después. Era junio, lo recuerdo perfectamente, le vi por trabajo y me dijo que se iría de fin de semana a su pueblo a ver a sus padres y a probar el coche, a ver qué tal se le daba el viaje.
Volvió destrozado, absolutamente hundido, el coche, se le había calentado y no estaba en perfecto estado como su hermano mayor le aseguró. No dejó de decirme que sus dos hermanos mayores le habían engañado, que podía haber vendido el coche a un extraño y no estafarle a él. Hoy, sus palabras alcanzan en mí la máxima compresión que no tuve en aquel momento. No dejó de repetirme que su sangre le había engañado, que eran sus hermanos y le habían estafado, el que se lo vendió y el que ayudó convenciéndole para que lo comprara diciéndole que estaba estupendo.
Yo pasé la tarde intentando sinceramente quitarle importancia, hoy con la distancia y los años comprendo mejor como se sintió. Sus hermanos no tuvieron escrúpulos y le estafaron, hoy entiendo perfectamente cómo se sentía, traicionado por las personas que más quería y en quiénes confiaba. Lo de menos era el valor del coche, se trataba del hecho, el engaño que habían acometido sin importarles que fuera su hermano pequeño y que lo que ellos decían para él era ley.
No volví a verle con vida. La siguiente semana, vino un compañero, por discreción no me atreví a preguntarle por Juan, así hasta que pasó un mes y sí le pregunté. Me dijo que estaba de baja por depresión, no enlacé en aquel momento su depresión y el tema del coche, esperé, llamé a un teléfono que me dio de su casa, por entonces no había móviles, pero nadie respondió. El representante de su empresa… no me dijo lo que pasaba en sus visitas, el caso es que ya pasados tres meses, volví a preguntar a su compañero y fue tremendo, nunca olvidaré aquellas palabras.
_Oye, qué tal está Juan, ¿Ya no volverá por aquí? ¿Sigue con la depresión?_
_A ése ya se le quitó la depresión para siempre, lleva un mes bajo tierra…_
Cómo no me desmayé, ni cómo pude seguir trabajando lo que me quedaba de jornada, es algo que todavía me asombra. Aquella noche llamé al representante y me dijo que no me lo había querido decir, que sabía el cariño que yo le tenía y no había sabido cómo decírmelo.
Supuestamente, se había suicidado estrellando su coche contra un muro, muy cerca de mi casa. Fui varias veces a aquel sitio y no encontré restos de accidente alguno, era todo tan extraño…
Estuve muy mal, no dejaba de llorar, de pensar en su juventud, en aquella tarde de junio que volvimos a estar juntos y después de tener sexo, se sentó en una banqueta de mi negocio y yo le abracé por detrás y le dije… _Juan, ¡Te has hecho un hombre!_ Porque le noté crecido y más fuerte y me respondió: _ ¿A que sí prenda, a que me he hecho un hombre?_ Me destrocé anímicamente, lloraba en mi cama o en el autobús camino del trabajo, apenas comía. Aún más terrible fue saber de boca de mi mejor amiga que se habían acostado juntos, habían quedado sin yo saberlo y lo hicieron de manera que ni me apercibí. Ella, intentó con su confesión que yo le odiara y saliera del pozo de dolor en el que me hallaba pero sólo sirvió para que la despreciara, por usar aquel secreto que él se llevó a la tumba, aunque su intención fuera que me diera cuenta que no merecía mis lágrimas.
Aquella confesión lo único que hizo fue distanciarme de mi amiga, que no tenía ningún problema y ya estaba saliendo con otro. Antes de dejar de vernos definitivamente, mi amiga me acompañó a la tienda de muebles del hermano mayor de Juan. Después de su sorpresa al verme, nos dijo que este se había suicidado según el informe del forense, que había chocado el coche contra el muro de la fundición y se había desnucado. No le creí, el muro estaba a la derecha de la carretera, era imposible maniobrar y poner el coche de frente, no había espacio. Pero él intentó convencerme de todas las maneras, le dije que había ido en dos ocasiones a aquella zona y la recorrí palmo a palmo y no había nada que indicara allí, más allá o más acá, se había empotrado un coche, ni cristales, ni roces en la pared… viendo que no me convencía me dijo que ya nada se podía hacer y que estaba ocupado. Pero le pregunté en el último segundo por el coche y le conté lo que Juan me dijo a cerca de él, que le había engañado al vendérselo. Se trasmudó cuando le dije si aquello sería lo que le causó la depresión y me dijo que salía con una chica, cosa que yo ignoraba y que al parecer le había dejado tirado, que esa sería la causa. En cuanto al coche, que quedó siniestro y lo llevaron al desguace.
Nos despedimos, se quedó contemplando como mi amiga y yo nos alejábamos por la acera hacía la avenida principal y pudo ver como reconocí el coche, estaba allí, aparcado a escasos metros de su local y sin signos de haber tenido accidente alguno. Miré hacía él y sin mantenerme la mirada se metió hacía dentro quitándose de mi vista.
Estaba claro que todo era mentira, Juan no se había intentado suicidar con su coche puesto que estaba allí, no hubo día que pasara sin dejar de pensar en qué sería lo que pasó realmente, así transcurrieron cuatro años, siempre pensé que algún día sabría la verdad, no sabía de qué manera pero sabría que le ocurrió.
La vida, dicen que es caprichosa y que nada puede haber oculto, cuando el dolor y su recuerdo había sido mitigado por el paso del tiempo, el representante que venía habitualmente a mi negocio cayó enfermo y de la que en su día fue empresa donde trabajaba Juan, vino uno de los jefecillos.
Siempre se habla de todo, el tiempo que estás al frente del negocio, como te va, tantas cosas que aquella conversación la dirigí a propósito para preguntarle por Juan. Aquel hombre fue tajante, Juan no se estrelló con su coche, se pegó un tiro en la cabeza con su escopeta de caza. Otra vez fue un shock impresionante el que tuve, recordé que en efecto, Juan y sus hermanos eran cazadores. Aquello sí que me cuadraba, ahora sí que me creía que en efecto se suicidó como indicó el forense.
Así se cerró esta historia, una de tantas historias tristes que he vivido, posiblemente la tercera.
Nunca he olvidado a Juan, le veo, como la ultima vez, recuerdo sus rizos, sus ojos, sus palabras y me pregunto si el comentario a cerca de las fotos de Aranjuez, significaba que ya tenía intención por entonces de quitarse la vida, pero apuesto que no, tenía tantos planes, tantas ganas de comerse el mundo que creo no fue más que una casualidad con su triste destino.
De lo que sí que estoy segura, es que aquella depresión fue a causa del desengaño sufrido con sus dos hermanos mayores. Hoy comprendo, mejor que nunca, cómo te sientes cuando la persona en la que confías te traiciona y te engaña.
Por desgracia, el ser humano no tiene freno ni respeto y con facilidad cambia lo realmente valioso e intangible por algo material, sus hermanos cambiaron su confianza por doscientas mil pesetas.
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sábado, 20 de marzo de 2010
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