sábado, 24 de julio de 2010

UNA PERRITA EN MI VIDA (A LAYKA)

MI PEQUEÑO HOMENAJE A LOS ANIMALES, QUE SON EL MEJOR EJEMPLO DE HUMANIDAD.








En los recuerdos de mi niñez, los animales son como pequeñas estrellas que aún conservan su brillo y me transportan, hasta aquellos ratos felices en los que interactuaba con mis perros, tuvimos unos cuantos, ya que mi padre era un grandísimo aficionado a la caza, algo que yo detestaba. Las codornices, los perdigones que él tenía para usar de reclamo, uno de ellos, concretamente lo que hice a uno, con la inocencia que se tiene de niño, aún me martiriza. Quise dormir con él y al amanecer… Permanecía a mi lado, inerte y frio, ya que durante la noche, en el trance del sueño debí asfixiarlo.

Con frecuencia recuerdo a Corneta, un perro que quienes pudieron observar su inteligencia y comportamiento, decían que sólo le faltaba leer. Era un perro de talla mediana, descendiente de una setter preciosa y un perdiguero, con un pelo negro azabache y un mechón blanco en el pecho. Era el sobrero de la camada y se salvó in extremis de ser sacrificado, ya que mi padre se apenó de él y decidió quedárselo. Fue el mejor de los cinco hermanos, para la caza, para la casa, para la vecindad… Siempre recuerdo y me emociono pese a los años pasados, el día que murió, no llegó a los trece años, enfermo de pulmón y reuma, ya que mi progenitor había cazado mucho con él en los ríos, era un perro que se adaptaba a cualquier terreno, con un olfato increíble; en una ocasión salvó a mi padre del envite de un jabalí, al cruzarse ladrando en el camino del puerco que le había encarado en un paraje de difícil salida, dio tiempo a su dueño a disparar y hacerse con la mayor pieza de su vida.

Aquella madrugada del diecinueve de octubre de 1979, entre sueños creí verle al lado de mi cama, poniendo una de sus patas sobre ella… Al levantarnos, mi padre nos dijo a mi hermano y a mí, que Corneta había fallecido y que ya lo había enterrado en el campo. Aún hoy que han pasado tantos años no encuentro consuelo para el dolor que me produjo su pérdida, en efecto, no fue un sueño, visitó mi dormitorio, así como el de mi hermano y el de mis padres, nuestra conclusión es que quiso despedirse de todos antes de morir, mi padre al sentir su presencia, le riñó y le mandó a su cama, sin percibir que sería la última vez que le viera con vida; en la colcha de la cama de mi hermano había un mechón de su pelo, que se le caía a consecuencia de su senectud.

Corneta era mi consuelo, sus vivos ojos eran las palabras de su silencio, cuando me sentía mal, aquella época de pre adolescente que recuerdo dura, de constantes enfrentamientos con mi padre y mi madre, me dejaba caer en el suelo, sentada con las piernas recogidas, gimiendo discretamente o llorando hasta la mayor congoja… Él se acercaba, se sentaba frente a mí y alzaba su pata para posarla en mi rodilla, repetía el gesto esperando que yo alzara la cabeza y le miraba, su mirada era tan feliz, me transmitía tanta calma como esperanza, me es difícil explicar cuanto afecto me daba mi perro en los malos momentos.

Han pasado los años y por diversas cuestiones no he vuelto a tener una mascota, falta de tiempo para atenderlo, de espacio en mi casa, no querer aceptar la responsabilidad que supone tener un animal.

Pero siempre tuve la asignatura pendiente de volver a tener un perro, mientras, he atendido los hámsters de mis hijos, los pececitos… Hace casi un par de meses que decidí que había llegado el momento de hacer realidad mi deseo, por una acuciante necesidad afectiva, que no me sacian los humanos, era la petición constante de mis hijos, como premio a sus buenas notas de fin de curso; pero ha pesado más mi necesidad anímica que su capricho pasajero, porque pasados los primeros días, se han ido olvidando de sus promesas, que se ocuparían de él… Le sacarían a la calle…

Por un anuncio en una web, di con una perrita que encajaba en el perfil del perro que buscaba, hasta tal punto que fue aún mejor al verla, era exactamente la raza que buscaba, chiquita, cariñosa y educada tan correctamente que estoy muy sorprendida, tiene tres años aunque parece un cachorro, su pelo largo de varios tonos, canela, vainilla, negro el rabo… Es preciosa, eso es innegable, elegante, bonita, expresiva, lista… No puedo dejar de recordar con su comportamiento a mi querido Corneta. No quería un perro de las razas que están de moda, bueno sí, buscaba uno de muy parecidas características físicas, volpino italiano, pero me ha sido imposible hacerme con uno, pero Layka ha hecho que me olvide de ello, ya es para nosotros el centro de nuestras vidas, lo más importante.

A mí me da una estabilidad emocional que había perdido, el cariño que no consigo de mis congéneres, la alegría que estaba perdiendo, la ilusión que había hecho ya las maletas y amenazaba con dejarme para siempre. Está claro que Layka no puede suplir muchas de las carencias que me faltan y tanto me afectan, pero me ha traído otras que igualmente necesito y me satisfacen.

Salimos juntas de paseo, no lleva bien estar sola, siempre está a mi vera, por las noches, duerme a los pies de mi cama. Entiendo ahora mucho mejor que las personas que tienen mascotas, las adoren, que se sientan anímicamente mejor, que no se sientan solas, los animales de compañía lo dan todo y no piden nada, su nobleza es infinita.






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