Para aquellos que llegaron,
apenas estuvieron
y rápidos se marcharon.
Nunca estoy preparada para tu marcha,
huida en la noche, arropado
por sombras que te antecedieron.
Encarnas el confidente eterno,
continúo, sosegado oído, desconocido;
llegas con un nuevo, flamante rostro,
atado a otro cuerpo diferente...
otra voz viste tus palabras,
pero te reconozco, eres tú.
Tus visitas me mantienen,
pese a tu disfraz, siempre te impregna
el aroma de la confianza,
me dejas vaciar las arcas de mi pena,
desahogar esta alma que
cree no soportar más decepción.
Pero jamás espero tu partida, inesperada,
siempre congelas, hielas mi sonrisa...
una y otra vez me dejas sin previo aviso.
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