jueves, 1 de mayo de 2008

MUJER Y MUJER (MORBO)



Sólo espera que en sus ojos no se aprecie lo temprano que se ha levantado, es muy posible que fuera por nerviosismo, pero también quería dejar las camas hechas y las cosas recogidas. Se había vuelto más cuidadosa, organizada le gusta decir.

Frente al espejo esboza sonrisas, habla como si ya la tuviera delante, habían hablado algunas veces telefonicamente, ella le parecía agradable pero seria, tal vez porque era tímida y no conseguía despegarse de esa imagen que proyectaba. Apenas se maquillaba pero siempre pintaba sus labios y daba color a sus mejillas, incluso cuando limpiaba la escalera vecinal, le parecía que así daba una imagen más agradable. Pero hoy también se dio sombra de tono caldero y el rimel de color negro para alargar algo sus pestañas, poco porque eran cortas, pero algo se notaba.

Vestida de negro completamente, camisa, pantalón, hasta la ropa interior, abrigo veis, y pasmina con hilos de oro que alegraban bastante su imagen, bolso caro y pendientes diminutos de cuarzo y plata. Salió de casa y se encaminó al metro, cogió un periódico gratuito con el que refugiarse del resto de viajeros y tras un par de trasbordos, en una hora se encontró en la boca del metro donde se habían citado.

Marcó su número y ella contestó rápido. – “ Dame unos minutos que bajo”- Se puso a pasear nerviosa por la acera de baldosas desdentadas, cada mujer que se acercaba, podía ser ella pero iban pasando de largo. Al fondo de la calle, en la otra acera, vio una mujer con gafas de sol, melenita corta, cazadora crema, más bien gabardina corta, se preguntó si sería Helena mientras la seguía con la mirada, cruzó a su acera y creyó reconocer a la de las fotos tras las gafas, no podía apreciar sus ojos verdes pero cuando ella esbozó una sonrisa al llegar a su altura, sus dudas se disiparon. – “¿Helena?- , -“¿Cristina?- Se besaron tímidamente en las mejillas y ella deseó que Helena pudiera percibir su perfume.

Se encaminaron a una cafetería que estaba a varias calles, demasiado pequeña y diáfana. Le pareció que había química entre ellas, había demorado la cita por compromisos y tareas desde que contactaron por mensajes en una web de amistad, pero tres días antes ya le dijo a Helena que se conocerían ese día para salir ambas de dudas de una vez. Helena estaba decidida, Cristina le gustaba cuando hablaba y cuando reía, por las fotos de sus pechos que ella le envió en un mail, sentía ganas de estar con ella. A Cristina también le gustaron sus fotos, su sexo depilado, en alguna ligeramente abierto por sus pequeños dedos, al sentarse, observándola toda, constató que efectivamente, sus dedos eran delgados y pequeños, su piel ligeramente sonrosada, Helena iba sin maquillar; labios finos, ojos verdes que en directo no le parecieron de color intenso, más bien verdosos, claros. Hacían juego con su camisa verde de rallas blancas.

Helena hablaba de todo, de sus experiencias, ella también aportaba las suyas pero el camarero que merodeaba muy a menudo cerca de ellas las incomodaba y no entraban en el tema que las había hecho reunirse, el sexo. Cristina la oía pero no la escuchaba, no era que no le interesaran sus palabras pero un morbo intenso la invadía, después de varías intentonas con otras mujeres, Helena le gustaba y estaba dispuesta de acabar en una cama con ella. La miraba deseando meter su mano entre los botones y acariciar esos pechos que ya conocía en imagen, agarrar su mano y apretarla, mientras le decía con sus ojos –“Te deseo... -

Buscaban sexo pero partían de diferentes planteamientos. Cristina era una hetero convencida, pero el morbo la hacía desear estar con una mujer en determinados momentos. Helena era lesbiana, casada con un hombre, guardando las apariencias, pero consciente de su condición. En esos momentos sólo el sexo las unía, ambas tenían muy claro que sólo buscaban desarrollar entre unas sabanas sus fantasías,

Mientras le iba contando aventuras con algunas mujeres y lo mal que le salieron finalmente, Cristina seguía imaginándose dominante y activa con ella, dirigiendo la situación, desvistiéndola despacio, besando suave cada pedacito de su piel, estaba excitada, se sentía húmeda y deseaba que Helena estuviera en esos momentos en igual situación. Había imaginado antes de llegar ese día, que se irían al baño de la cafetería y mientras Helena se apoyaba en la pared, le iría besando el escote y ahuecando con su mano el pantalón para llegar a su monte de venus y dejar en la raja de sus labios un dedo lascivo que sintiera en el calor líquido su deseo, poder introducirlo suavemente hasta llegar al clítoris y sentir que palpitaba.

-“¿Tomamos otro café?- Dijo intentando hacer un inciso en sus ardientes pensamientos temerosa de que Helena pudiera ver en sus ojos todo el fuego que deseaba entregarla y se asustara. Ella era tan directa, tenía que contenerse, aún no sabía con seguridad si Helena estaba receptiva a tener una relación íntima con ella. Dos horas se pasaron en un suspiro para ella; Helena dijo que a que hora debía estar en su casa, Cristina, divorciada, tenía un hijo en edad escolar y ella tenía que volver a su trabajo del que se había escapado con una excusa.

Se pararon al lado de la boca de metro, Cristina seguía deseando intensamente besarla y acariciarla, atónita mientras Helena le decía que se había enamorado de otra mujer y había dejado a su marido, pero cuando ya tenía hasta piso alquilado, la otra mujer, se volvió atrás y su marido ignorante de la situación la recibió de nuevo aliviado. Quería posarse en su mente y saber si también la deseaba. Concluyeron en que si, se volverían a ver...

No hubo manera de besarse en los labios, cuando se acercaron, Cristina la apretó contra ella, consciente de que en plena calle y tan cerca del trabajo de Helena, no era lo más aconsejable. Apenas se rozaron las mejillas, después las sonrisas de despedida y un hasta pronto.


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