domingo, 25 de mayo de 2008

CARTA DE AMOR (A MI MAESTRO DE PLUMA Y MUSICA)








Selladas tus palabras, en el pergamino que esclaviza mi memoria...






Te he escrito solapadamente, arropada en la sombra de mi vanidad, varias cartas de amor, pero esta vez, va a ser mi carta más sincera, las otras, no es que las habitara de falsedades, pero quise enaltecerlas, para impresionarte, yo iletrada, apenas con mis estudios básicos.

Nunca imaginé el día que recibí tu primer mensaje de móvil, que hoy pocos meses después, podría decir que eres el hombre que más ha influido en mí, que más me ha aportado, que ha levantado la poca fe que tengo en mí misma, literariamente hablando. Por lo tanto, esta carta de amor, no es al hombre detallista, delicioso, lleno de clase y a la vez sencillo. Es mi carta de amor, al compañero de oficio, porque ambos somos aprendices entre las letras, las palabras y los escritos, aunque tú, bien eres mi profesor, ya que me llevas gran ventaja y desinteresadamente, compartes conmigo toda tu sabiduría.

Es una misiva, donde no cabe amor más profundo que el que nace de la admiración, que puede superar amarte si te admiro, si despierto y salto de la cama, a ver que me has escrito por la noche, ávida de llenarme de tus vivencias y sintiéndome gratamente confortada, mientras mis ojos van de frase en frase... esperando que el fin tarde en llegar, porque te disfruto y saboreo, de la manera que puede hacerlo quien no quiso estudiar, pero que no ha dejado de aprender.

Yo una mujer llena de excesos que te agota, tú un hombre delicado que me exaspera, que me hunde cuando me habla de mis faltas de sintaxis, y sin embargo, me emocionas cuando al recibir algún escrito mío, me respondes que no esperabas que fuera tan bueno. Quieres en tu sueño, que escribamos un libro a cuatro manos, me impactó mucho esa expresión. Deberemos ensamblarnos como el marinero y el barco, como el pájaro y la brisa. Nuestros labios serán plumas, nuestra saliva la tinta y nuestras pieles, de papel.

Yo no sé si algún día, subiremos cogidos de la mano, a recibir el Nadal, como en tu mente lo recreas, tal vez no creo tanto en ese sueño tuyo, pero ahí está, y si Dios nos dio la imaginación para que no enloqueciéramos, compartiré tu deseo y te acompañaré en pos de conseguirlo, nadie podría mejor que tú ser mi compañero de viaje.

Con esta carta, sello ese compromiso, nos amaremos esgrimiendo la palabra, derramando en el papel todo cuando podamos crear para emocionar a los lectores y dejarles el mismo regusto que tú dejas en mí cuando me escribes... me ha parecido tan corto...



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