lunes, 3 de mayo de 2010

EL VECINO DEL MAGREB 2 PARTE






Sonó el timbre, abrió la puerta, era él, un agradable perfume varonil que nunca había percibido le envolvía, se miraron fijamente y Eva, totalmente despreocupada de posibles miradas ajenas le invitó a pasar, dio por hecho que se negaría pero para su sorpresa no fue así, su vecino aceptó y cerró la puerta tras entrar. Eva intentaba disimular la emoción, quiso hablar con normalidad pero no salían de su boca las palabras con la fluidez acostumbrada, le ofreció café pero el joven le pidió un vaso de agua, allí estaban de pie, desconocía la razón de su visita y él no hablaba, se sentía estúpida comentando el tiempo, mientras él simplemente la contemplaba esbozando una tímida sonrisa.

Desde que le viera desnudo, había deseado, soñado, imaginado un momento así, tenerle a solas en su casa… sin prisas, ahora le tenía allí y no sabía cómo reaccionar. Pero Eva era una mujer de iniciativa, experimentada, directa, odiaba perder el tiempo en rodeos así que se acercó al chico y rozó suavemente una de sus ojeras, sin darle tiempo a reaccionar le besó con la pasión que tenía guardada especialmente para él, que seguía casi estático, si no fuera por su agitada respiración, se diría que era insensible a sus besos. Cuando Eva se iba a separar contrariada por su inacción, la apretó contra él agarrándola los generosos glúteos, apretándola contra su cuerpo, en ese gesto ella se dio cuenta de hasta qué punto estaba excitado al notar una apreciable dureza que presionaba su entrepierna.

Siempre deseó sentir la dominancia sexual de la que había oído hablar, atribuida a los hombres moros, había oído comentarios sobre su manera de poseer a una mujer, sin saber exactamente como era. Le guió hasta su dormitorio, dejó que se tumbara sobre ella, su delgadez encajaba perfectamente entre sus muslos, ambos estaban vestidos, él apartaba su camiseta intentando alcanzar sus pechos sin estorbos pero era imposible, le frenó y se incorporó para deshacerse de ella y el sujetador, a su vez sacó de un cajón de su mesita un condón y se lo ofreció esperando que… no fuera pequeño, en vista del tamaño de su pene. Apenas lo hubo hecho él intentó abarcar sus redondeces, tiró con cierta delicadeza de sus pezones retorciéndolos con sus morenos dedos, ahora era ella quien permanecía sumisa, dejándole hacer lo que quisiera. Se echó hacia atrás y desabrochó su pantalón mientras ella hacía lo propio con el suyo, ambos se liberaron y sólo quedaba que él se quitara su camiseta deportiva azul eléctrico, así se lo indicó con gestos y él se desprendió de ella tirándola al suelo. Se deleitó contemplándole, su delgadez era atractiva, no aparecían los huesos marcados, se echó de nuevo sobre ella, sintiendo que sus cuerpos ardían, marcando el contraste de su piel morena con su piel blanca, sentía suave su vello recorrerla con los roces, estaba ansiosa por sentirse poseída pero él era al contrario de lo que había aventurado, un hombre con experiencia en las artes amatorias e intentaba alargar sus ganas a la vez que le proporcionaba caricias y largos besos llenos de intensidad.

Cuando pensó que iba por fin a penetrarla, apreció que era su mano aquello que se abría paso en su húmedo sexo, los dedos delgados y hábiles jugaban con su clítoris y la entrada de su vagina, masajeando el orificio de su uretra, algo que nunca le habían hecho, se fue… se fue rápido cuando en ella no era lo habitual, supuso que estaba excitadísima por los precedentes… aquella visión.

Cuando dejó de retorcerse con los espasmos, saltó de la cama y se fue al baño, volvió rápida aun con el rostro trasmudado por el orgasmo, traía consigo un pequeño cepillo con mango. El chico mantenía su erección y quiso obsequiarle con una trabajada felación, sabía que le estaba proporcionando mucho placer pero pese a ello, él se mantenía discreto en cuanto a manifestar con gemidos o gestos su disfrute y aguantaba sin eyacular.

Así que no pudo más, le indicó que se sentara en el borde de la cama y después se tumbara hacía atrás quedando sus piernas apoyadas en el suelo, así se ensartó sobre aquel pene grueso y largo que no parecía estar en consonancia con el cuerpo de su dueño, sentada, con su sexo lleno le cabalgó con movimientos lentos y pausados, sintiendo intensamente el roce interno del pene con las paredes de su vagina, tocó su hendidura y advirtiendo tanta humedad, asió el pequeño cepillo por el mango y con las cerdas, masajeó con movimientos ascendentes y descendentes su vulva y su clítoris a la vez que empezó a moverse con más rapidez sobre el chico. Y se fue una vez más, otra más… otra más, con escasos minutos de diferencia entre los tres orgasmos, con el ultimo, sintió que su joven amante eyaculaba con unas tremendas embestidas agarrándola fuertemente por la cintura, apretándola contra él, pudiendo notar así una penetración profunda y hasta dolorosa.

Se dejó caer al final de la cama, hecha un ovillo, sudorosa, de golpe sintió rubor y vergüenza, al pensar… ¿Y ahora qué? Abrió sus ojos sin desearlo, intentando alargar los momentos vividos con aquel chico del Magreb, no quería enfrentarse al después… pero su mirada se encontró frente al techo del dormitorio, la luz del amanecer empezaba a invadir la estancia y… estaba sola. Todo lo sentido, no era más que realidad en su sueño. Sintió tal desazón y desconsuelo que lloró, lloró mientras al llevar sus manos a su sexo, notó que estaba completamente empapado e hinchado de deseo. Se durmió, así, sintiendo rabia.

Se levantó como una autómata, preparó a sus hijos el desayuno… se marcharon al colegio y la casa se le antojó asfixiante, antes de que se dispusiera a salir a hacer sus habituales recados, miró por su ventana hacia las de su vecino, estaban las persianas bajadas, él solía irse bien temprano a trabajar. Antes de llegar a coger su chaqueta del armario, sonó el timbre de su puerta; el corazón se le salía del pecho, abrió la puerta… y esbozando una amplia sonrisa dijo: _ Pasa de nuevo…_




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