Me viste tu silencio, no, me cubre el sonido que alberga mi recuerdo, tu voz, me adornan tus ideas, me sumerjo en sus contextos en un intento de comprender tu particular visión de la vida y las relaciones, pero no comprendo o no comparto, algunas de tus actitudes, simplemente divago… así paso mi tiempo.
Hace una tarde soleada, mi casa aún resulta fresca, observo por la ventana el blanco impoluto de las escasas nubes cuya contemplación daña mis ojos, este azul que nos corona tan inmenso, tan intenso; de una manera inevitable e inconsciente tu imagen aparece al frente de esta bucólica visión.
Han pasado tres días desde que te marchaste al ardiente continente pero se me hacen muchos más, tu ausencia me lacera, mi ansia de ti me devora y quiero apaciguar este dolor, esta impaciencia.
Escribo, pero no es suficiente, quiero tenerte ahora pero no te tengo, caprichosa no me resigno, decido que si no estás invento tu presencia.
Ayer continué el episodio al que hoy he dado fin; antes de la ducha, me armé con una cuchilla a estrenar para barbas masculinas y rematé la eliminación de mi vello púbico que inicié días atrás, hasta que no quedó mi pubis despejado del último pelo negro no cesé en la tarea. Apliqué aceite rezando para que los poros de mi piel no se abrieran como siempre, maldiciendo este triangulo de mi dermis tan sensible y delicado, acabo siempre con los muslos recorridos por hilos ensangrentados, ya no me asusto, ya no me escuece, pero me sigue sucediendo.
Esta vez el número de poros con ojos de sangre era menor, unté varias tandas de aceite para niños por mi pubis carnoso y ya despejado, enrojecido por el paso continuo de la afilada hoja; de tanto masajearme la zona, mis dedos acabaron resbalando hacía mi raja entreabierta, una vulva hinchada estaba esperando estas caricias, mi clítoris insolente sonrió nervioso con el tacto resbaladizo de mis yemas… Me introduje en la bañera y abrí el grifo de la ducha, dirigí el chorro caliente hacía mi bajo vientre y dejé que el agua y mis dedos alternaran sin pausa su fricción sobre mi sexo.
Y continué hasta notar el estallido del orgasmo, siempre acabo recostada sobre los azulejos de la pared, se nubla mi vista, me fallan las fuerzas de mis piernas, que temblorosas culminan mi extenuación.
Por unas horas calmé mi excitación, llegó noche y recibí la madrugada en mi cama, abierta de piernas completamente, esta vez cambié el aceite por gel de aloe vera, un frescor, un ligero escozor desconocido se posó en mis labios menores y la entrada de mi vagina, acentuó el calor de la situación hasta llevarme una vez más al punto más álgido del placer, pero antes, fui aún más osada, aprovechando la suavidad del gel, unté la entrada de mi ano y extendí mi mano izquierda por detrás de mi espalda, fue fácil introducir no un dedo, sino dos, profundamente. Entre esto y la estimulación de mi clítoris con mis otros dedos, apenas tardé en perderme entre violentos espasmos y altivos gemidos.
Quedé tan vencida que no me puse ni las bragas, no me gusta dormir sin bragas, no sé por qué.
Hoy quise sustraerme al pensamiento que me conduce a ti, pero no es posible, me pregunto qué estarás haciendo, tal y como dice la canción de Ismael Serrano, como no consigo imaginar la escena, simplemente me digo… _Ya queda menos._
Empleé la mañana en agotarme con tareas domésticas, cristales, colada, incluso las rayas de las losetas del suelo supieron de mi eficiencia, me sentí sobre la una maruja satisfecha que se merecía un premio…
Recordé nuestra penúltima conversación, el sexo como debate, ambos sabíamos más que el otro, nos desafiamos para el primer encuentro íntimo. Pensé en tus comentarios, esas cosas que decías hacer con tus amigas, algunas frases retumbaban constantes en mis oídos, aquello que te gusta sentir que casi rompes a la chica de turno, un comentario que me pareció tan bestial como excitante.
Y como no bajaba mi excitación, una vez más me entregué a la lujuria, esta vez añadí tres accesorios que son para el cabello, unas pequeñas pinzas dentadas que vulgarmente llaman quiquis, es una gozada pasar la mano por el pubis depilado, particularmente me excita más, incluso el roce de las bragas con la piel, se convierte en una sensación más placentera. Cogí dos de las pinzas y las coloqué sobre los bordes de mis labios mayores, no hacen daño como pueda parecer, así el sexo queda abierto y el clítoris y la vulva están a la vista, con el tercer quiqui pellizco mi diminuto clítoris, está tan oculto que me cuesta apresarlo, pero lo consigo, me siento tan excitada que el contacto nuevamente del gel y el frescor que me produce, me hace imaginar que eres tú quien realiza este ritual sobre mi sexo. Esta vez uso mi vibrador, lo inserto en mi vagina, lo manejo con movimientos rápidos de entrada y salida y siento que no me puedo contener, que tengo que gritar. Echo mano también de mi diminuto gusanito vibrador y lo aplico sobre la pinza que aprisiona mi clítoris, está más exaltado con tanto trajín. Con la doble vibración no tardo en experimentar un nuevo orgasmo, cuando se extingue, creo que me observan tus ojos negros.
Sólo me resta decirte… ¡No sabes cuánto te deseo!