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Como un marinero suicida,
así elevo cada día mis pies desnudos
sobre las olas imprevistas, rebeldes,
chapoteo con un niño pequeño con las
gotas diminutas de mi esperanza.
Como un lobo de mar, viejo y
temerario que se echa al horizonte,
en un pequeño y humilde bote mantenido
a duras penas con maderas de recuerdos,
así hago frente al temporal venidero,
intentando hacer presa las ilusiones.
Me adentro en la inmensidad azul,
ondeando la bandera blanca de socorro,
buscando sustento para este corazón
que se niega a morir sin amar una vez más,
buscando alimento para esta boca
hambrienta, ávida de besos.
Esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
1 comentario:
Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.
Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.
Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!
El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.
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El Albatros
Buadelaire
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