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Como un marinero suicida,
así elevo cada día mis pies desnudos
sobre las olas imprevistas, rebeldes,
chapoteo con un niño pequeño con las
gotas diminutas de mi esperanza.
Como un lobo de mar, viejo y
temerario que se echa al horizonte,
en un pequeño y humilde bote mantenido
a duras penas con maderas de recuerdos,
así hago frente al temporal venidero,
intentando hacer presa las ilusiones.
Me adentro en la inmensidad azul,
ondeando la bandera blanca de socorro,
buscando sustento para este corazón
que se niega a morir sin amar una vez más,
buscando alimento para esta boca
hambrienta, ávida de besos.
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