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Me abrí paso en la oscuridad
de la calurosa noche, desvelada,
envuelta en sudores tan húmedos,
que impedían mi sueño reparador,
imaginé tenues tus dedos, ávidos...
No, no, ¡Los sentí!
En ese estratégico punto del cuerpo,
donde por breves instantes,
la vida y la muerte se confabulan,
para aunar todos los sentidos en uno
y derramarse en un estallido sexual.
Sentí tus dedos, en la protuberancia
que es convulsa montaña si me excito,
serena llanura en los momentos de calma,
apreté mis labios, para no decir
"Te quiero", para ahogar tu nombre.